
El último día de agosto, fui al Museo de Antropología en Chapultepec para visitar los artefactos y maquetas de civilizaciones desaparecidas. Lo que no esperaba era encontrar algunos espíritus antiguos nada desaparecidos, los Voladores de Papantla, del estado de Veracruz. Diariamente, al toque de flauta y tambores, con mucha ceremonia, hacen su función con grandes pausas y pequeños bailecitos hasta reunir suficientes curiosos alrededor del alto mástil azul frente al Museo, y entonces, uno a la vez y sin ninguna prisa, suben los cinco hombres hasta el marco cuadrado que gira alrededor del mástil. Se sientan los cuatro voladores cada uno en una esquina, y el quinto hombre en el medio, y los voladores atan una pierna cada uno a una soga cuyo otro cabo se enrosca en muchísimas vueltas en el mástil. Finalmente, a la señal de la flauta, el hombre en el centro empieza a girar el marco, y los cuatro voladores empiezan a volar. Pero no es realmente un vuelo, porque están atados a su mástil y a su tradición, y porque no pueden variar su velocidad ni ir en ningún sentido excepto en espiral hacia la tierra. ¿Cómo entienden ellos esta experiencia, reproduciendo un ritual de sus ancestros pero ante turistas, mientras su cómplice en tierra trata de recoger algunos pesos en una canasta colorida? ¿Es para ellos vuelo, o una manera de renovar su conexión con la madre Tierra, o nada más una manera de ganar algunos pesitos en un mundo y una gran urbe donde toda experiencia nueva te llena de miedo? No lo sé, pero "volar" así tiene que ser una gran manera de ver toda la extensión del Parque de Chapultepec, desde arriba hasta abajo.
Para los que sabemos algo de su historia, esta colina de Chapultepec pulsa aún de los chorros de sangre y de agua que los mexicas hicieron fluir para construir su poderío, hasta dominar todo México y darle su nombre. Expulsados de Aztlán, hicieron su campamento aquí por 20 años como huéspedes y servidores del gran señor de Chapultepec, hasta rebelarse y masacrar a su anfitrión en 1319. Para salvarse de los enfurecidos vecinos, los mexicas se refugiaron en el islote que llamaban Tenochtitlan. Luego, alrededor de 1415 , cuando ya eran amos del valle de México, construyeron un acueducto para llevar agua dulce desde aquí hasta el islote, que ya habían hecho crecer por su sistema de chinampas. Pero eso es tema para otro blog.