También fue grato ver ahí entre los levantiscos (yo también me siento algo levantisco en ese local) a otro poeta, tan jóven como Víctor y también de Agua Dulce en Almería, Ricardo Teva. Parece que hay toda una camada aquí de poetas tan comprometidos con su artesanía verbal como con la expresión de una verdad accesible.
Me impresionó una anecdota que nos contó Víctor, porque rozaba demasiado la reciente desgracia nuestra -- el robo en Atocha -- que conté hace algunos días. Tal como nosotros, fue despojado de una mochila (en su caso, en Málaga) que tenía obras suyas únicas e irremplazables. El ladrón se habrá sorprendido a encontrar cuatro libros de poesía y también, para mayor desgracia de Víctor y perplejidad para el ladrón, el diskette con la copia de seguridad! Eso pasó hace un par de años, dijo, y le afectó tan profundamente que no volvía a escribir por varios meses. Por suerte de todos nosotros, retomó el impulso.
Y aquí hay una pequeña muestra de este poeta prometedor:
Las cavernas de la angustia
A Paul Éluard
Prefiero la mortaja de la noche sobre el mar
Cuando busco una calle sin salida
En el solitario paseo de la conciencia.
Pero saliste ya de aquí con el amor
Y la poesía escondida sigilosamente
En el desnudo de tus pies enmudecidos.
Recuerdo cuando me acogiste sin reserva
En el cálido salón de tu pupila
Despúés del primer beso.
Sueño con vivir en este laberinto
Persiguiendo a la niebla que te imagina
Para mis ojos a lo lejos a donde
Jamás querría volverme a acercar.
A veces vence al dolor el espejismo y me arrastro
Y desciendo por ese corredor de la muerte
Mientras se va dibujando en tu cara
La vieja cara del suicidio.
1 comentario:
Ciertamente es bueno...
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