
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Cuando a Sherezade la raptaron los europeos para animar sus fantasías, la pobre perdió su cabeza, quedándose sin otro atractivo que su cuerpo y caricias. Es decir, perdió la enorme cultura y astucia que la tradición árabe y persa siempre le habían atribuido, y que eran las dos cualidades que le permitían sobrevivir a su tiránico rey y esposo. "Su Sherezade particular" de los románticos europeos "carecía del arma erótica más poderosa de una mujer: el nutq, o la capacidad de pensar con qué palabras penetrar en el cerebro de un hombre, inyectándole términos cuidadosamente escogidos." (p. 50)
Para Fatema Mernissi, esta transformación de una figura central de la tradición oral musulmana revela el contraste entre Oriente y Occidente en cómo se concibe la mujer. Cuenta que en las entrevistas que le hicieron periodistas europeos sobre su libro anterior, Mernissi, marroquí, se sorprendió de las risitas y muecas de esos periodistas cada vez que afirmaba que, sí, efectivamente había nacido en un harén. Y, tras preguntar a sus entrevistadores el por qué de esa reacción e investigar en museos y bibliotecas europeas, descubrió que para los hombres europeos, el harén representaba algo prohibido y deliciosamente obsceno, un lugar donde las mujeres bellas competían para satisfacer los deseos sexuales del hombre sin preocuparse de otra cosa.
La realidad, como la conocía ella, es completamente diferente. Las mujeres sí se preocupan por muchas otras cosas. Su segregación en el harén y su exclusión de la vida pública obedecen a la ansiedad que producen en los hombres musulmanes por los grandes poderes que ellos les atribuyen a ellas. Como el hombre árabe no duda de la inteligencia y la capacidad de las mujeres, su manera de neutralizar esos poderes es encerrarlas y prohibirles de actuar en los espacios públicos. Mientras, en Occidente los hombres insisten en evaluarlas exclusivamente por su condición física, y pretenden negar esa inteligencia y esa capacidad femininas tan evidentes. Son dos estrategias totalmente diferentes para conseguir el mismo objetivo: reducir o neutralizar a la mujer como posible competidora para la gloria y el poder.
El libro es fascinante por las muchas historias de mujeres potentes en la cultura islámica, y su contraste con la mujer ideal en la cultura popular y el arte occidentales. Ahí la mujer ideal no es una inculta, y sus mayores encantos no son sus vibraciones en el baile del vientre sino su inteligencia, como la de la mítica Sherezade, la también mítica Shirin, y la histórica Nur-Jahan—o las también históricas Benazir Bhutto, Sirimavo Bandaranaike, Tansu Ciller, Begum Jaleda Zia,o Mame Madior Boye, todas jefes de estado en países de mayoría musulmana (Paquistán, Sri Lanka, Turquía, Bangla Desh, Senegal).
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