Mi puntaje: 5 de 5 estrellas
Este pequeño libre merece sobradamente su inmensa fama, como testimonio a la vez objetiva y apasionada de una de las más terribles experiencias del s. XX: el intento del régimen nazi de exterminar todos los judíos y de negar la humanidad de todos los demás que no eran de su supuesta raza superior. Levi, judío italiano de 24 años y recién doctorado en química cuando lo arrestaron y transportaron a Auschwitz, sí conservó su sentido de su propia humanidad, analizando como el científico que era las condiciones y los comportamientos de los presos-esclavos y sus guardianes en el campo de concentración que le tocó. Describe todo objetivamente, para tratar de comprender, pero sin perdonar, las monstruosidades que experimentó en propia carne y que vio y sintió en las vidas y muertes de los compañeros de prisión. El libro es fundamental para tratar de comprender lo que parece ser una extrema desviación de la conducta humana normal: crueldad sin odio, casi sin sentimiento de parte de los victimarios, actuada como rutina y ritual, y la corrupción hasta de los oprimidos, dispuestos a participar en la opresión de otros a cambio del menor privilegio. Al final, Levi concluye que no es comprensible, pero no creo que él realmente creía eso; era demasiado científico para aceptar que fuera un misterio sin posible solución. Los psicólogos han avanzado mucho en entender cómo se puede inducir a gente normal (y los guardas de la prisión lo eran, por lo menos al principio) a cometer atrocidades. Levi mismo da la clave: “…ofrézcase a algunos individuos en estado de esclavitud una posición privilegiada, … exigiéndoles a cambio la traición a la solidaridad natural con sus compañeros, y seguro que habrá quien acepte.” (pág. 99)
Los campos de concentración y exterminio llevaron ese procedimiento al límite. Este relato enfoca simultáneamente desde adentro, como testimonio de un superviviente, y desde afuera, con objetividad científica, lo que Primo Levi describe como "una gigantesca experiencia biológica y social", el Lager:
Enciérrense tras la alambrada de púas a millares de individuos diferentes en edades, estado, origen, lengua, cultura y costumbres, y sean sometidos aquí a un régimen de vida constante, controlable, idéntico para todos y por debajo de todas las necesidades: es cuanto más riguroso habría podido organizar un estudioso para establecer qué es esencial y qué es accesorio en el comportamiento del animal-hombre frente a la lucha por la vida. (pág. 95)Así nos deja ver hasta dónde podemos llegar si abandonamos los dos supremos signos de nuestra humanidad, la racionalidad cerebral y la solidaridad afectiva. Le doy las gracias al club de lectura de la biblioteca de Carboneras por instarme a leer este importantísimo testimonio.
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