My rating: 2 of 5 stars
Esta sátira del mercado de arte, con sus extravagancias, supersticiones y feroces batallas, es una novela tonta, pero como su autor es prolífico e inteligente y también galerista de arte, sus chistes llevan pua y algunos hasta te pueden hacer — bueno, no reir, pero por lo menos gemir. Mìchel Vedrano es un marchante cincuentón que haría cualquier cosa por conseguir y vender la obra más cara, hasta tratar de seducir una joven si es preciso. Julia, la bella joven en cuestión, es la esposa del mejor cliente de Vedrano, es decir, el más rico y más dispuesto a gastar grandes sumas por el arte; ella sólo quiere complacer a su marido, él sólo quiere amontonar una colección de arte sobrecogedora. Y también hay algunos figurantes : un marchante judio suizo, Segermann; una chica pija, Betina, que lo único que quiere es follar, una vieja artista y antigua modelo, Beppo, y otros que meramente aparecen y desaparecen de la página sin dejar rastro. Cada uno una perfecta caricatura, totalmente definida por una única obsession — vender, enriquecerse, follar. Los chistes a expensas de artistas famosos — Picasso, Modigliani, Matisse et al. son más interesantes que el argumento, nunca bien resuelto, de los personajes ficticios.
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