Y ahora encuentro un viejo cuaderno con este pequeño diálogo, que escribí en 2007 como ejercicio para un taller de teatro.
Son dos personajes, “1” y “2”, sentados uno al lado del otro y mirando al frente. Son dos puntos de vista, dos maneras de ver.
1 Es tan grande el universo.
2 ¿El universo?
1 Sí. ¡Tan grande!
2 Nn. Bueno, es todo lo que hay.
1 ¡Y nosotros! (casi llorando)
2 ¿Nosotros?
1 Tan pequeños. (Solloza)
2 ¿Te parece?
1 Infinitesimales. Casi nada en esa inmensidad. ¡Y duramos tan poco!
2 Bueno, a mí no me parece.
1 ¿No? (sarcástico o sorprendido)
2 Ese universo de que tú hablas, esos puntos de luz, los planetas y las estrellas. Y esas distancias entre ellas, tantos años luz, pues, y toda su historia.
1 ¿Sí?
2 No puede ser tan grande.
1 Pero tú mismo dijiste, es todo lo que hay.
2 Sí, efectivamente. Y todo eso me cabe en la cabeza.
1 (Duda un momento antes de contestar) ¡Gracioso! ¿Y qué dices sobre la brevedad de nuestras vidas, frente a la eternidad del universo?
2 Pues, para mí, el universo empezó poco después de yo nacer, cuando lo descubrí. Y dejará de existir el día que yo muera.
¿Fin?
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