Marco Tulio Cicerón, Acerca de la vejez
Es una defensa, o apología, de la vejez, escrita en 42 a.C. cuando Cicerón, de entonces 62 años, estaba apartado del poder y en el exilio. Lo escribió, al parecer, como consuelo a sí mismo (recién había perdido a su hija Tulia) y a un amigo coetáneo que llama "Ático". Aquí asume la voz de Catón el Viejo (muerto más de cien años atrás) para decir que hay grandes virtudes de la vejez que compensan o hasta superan las fuerzas físicas y los placeres materiales (comida, bebida, eros) de la juventud, y que la proximidad de la muerte no puede ser motivo de temor: si el alma es eterna, la muerte es el comienzo de otra vida; si no lo es y dejamos de existir del todo, entonces será imposible sufrir ni siquiera de enterarse de nuestra inexistencia.
Pocos meses después de escribir este diálogo, Marco Tulio supo que Julio César, que de cierta manera lo estaba protegiendo, había caído bajo las dagas de sus enemigos, y muy poco después de eso vinieron los esbirros de Antonio y degollaron a Cicerón. Murió dignamente, pero no tuvo mucho tiempo para disfrutar la vejez que acababa de alabar.
Sobre el tema de la senectud y sus ventajas mentales, a nosotros nos gusta este libro de E. Goldberg, The wisdom paradox: how your mind can grow stronger as your brain grows older (New York: Gotham Books, 2005).
Algunas de las ideas de Goldberg las había anticipado nuestro buen Cicerón hace más de dos mil años, y el pequeño libro todavía da mucho para pensar. No creo (como Cicerón hace decir a Catón) que el "alma" sea inmortal, pero las palabras bien escogidas pueden durar mucho.
Vea:
Marcus Tullius Cicero en Wikipedia
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