La enorme convulsión en las calles de Caracas y en toda Venezuela por la muerte de Hugo Chávez, provocó a Mario Vargas Llosa a escribir esto en
El País (10 de marzo):
La muerte del caudillo.
Encontré este comentario tan ofensivo y tan falto del raciocinio frío de que él se aprecia, que me sentí obligado a responder. Debería haber enviado la carta al director del periódico ese mismo domingo, pero me costó horrores comprimir ideas complejas dentro del límite de 200 palabras y total, no pude enviarla hasta dos días más tarde, cuando ya había ocurrido "
Habemus papam" y parece que para la redacción de ese diario, ya había pasado el momento.
Aquí va la carta que me costó tanto trabajo, y luego una pequeña explicación.
CartasDirector@elpais.es
Mario Vargas Llosa se equivoca cuando dice, "No
hay que
dejarse impresionar demasiado por las muchedumbres llorosas que
velan los
restos de Hugo Chávez". Sí, debemos impresionarnos y tomarlas en
serio, porque
si no, no entenderemos nada de los movimientos sociales que
sacuden ese
continente y otros. Son muchedumbres que vienen de todas las
regiones y colores
del país, de gente urbana y rural, muchos pero no todos de origen
humilde. Lo
que los une es que antes se sentían excluidos y humillados, y
ahora dignos y
partícipes en un movimiento para transformar el país.
Nadie puede hablar por todos ellos, pero deben haber muy pocos
motivados por lo que Vargas Llosa llama el "miedo a la
libertad". Más bien lo contrario. Conversamos con activistas
comunales en una reciente visita al famoso barrio
caraqueño "23 de Enero", foco de resistencia a gobiernos
autoritarios
desde su fundación en los años 50 del siglo pasado. Tenían sus
propias organizaciones autóctonas y de militancia muy anterior al
chavismo. Pero
siempre que fuese necesario se movilizarían para defender ese
gobierno, que
les había dado la oportunidad de realizar aspiraciones
comunitarias que ellos y
sus padres y abuelos habían defendido siempre. Es decir, la
libertad.
Geoffrey Fox
Carboneras (Almería)
Author, The Land and People of Venezuela, Hispanic Nation
and other books
En esta carta mi intención no era defender al comandante/presidente ni todas las actuaciones de su gobierno. No soy hincha incondicional de Hugo Chávez; comparto el análisis y las críticas que en esa misma página de opinión de
El País escribió Carlos D. Mesa Gisbert, el 12 de marzo:
La América Latina de Chávez. El suyo ha sido un gobierno de grandes logros pero también muchas fallas, y su carácter democrático sufrió mucho por la arrolladora personalidad del jefe y sus repetidas violaciones de las garantías de disidencia que él mismo había establecido en la constitución.
Sin embargo, no podía soportar el arrogante menosprecio que muestra Vargas Llosa de todo un pueblo, máximo un pueblo con que tengo lazos especialmente íntimos. Yo vivía y trabajaba con los pobladores de los barrios de chabolas ("ranchos" decíamos allí) de Caracas, y he compartido — como dice mi carta — con otros activistas en lo que es quizás el barrio más conflictivo, el "23 de Enero". Siento y comprendo sus anhelos, sus aspiraciones, y sus profundas razones por rechazar las ideas y formas de los llamados "burgueses" (o términos mucho más despectivos), que habían desgobernado el país durante décadas y aspiran restaurar su sistema de privilegios.
Tengo a Venezuela tan metida en el corazón que hasta se me creció otra personalidad, un otro yo venezolano, que ha adoptado el nombre Baltasar Lotroyo, y que comparte conmigo la manutención de este blog. En una próxima entrega, espero contar algo más sobre la biografía de Balta y su relación conmigo. Por su parte, él ya ha escrito sus reflexiones sobre su relación conmigo. Las podéis leer en la
web de Baltasar Lotroyo, en su poema
Compañero de cuerpo.