Hoy leí una nota de Daniel Innerarity, La indignación no es suficiente, que se plantea como respuesta a Stéphan Hessel en su pequeño libro superventas ¡Indignaos! Claro que la indignación no es suficiente para cambiar el mundo, y ni siquiera para corregir injusticias. Patalear e injuriar y gritar contra lo que te molesta puede ser una gran manera de desahogarte para luego no hacer nada más. Y es cierto, como dice Innerarity, que hay muchos indignados racistas, o fascistas, o paranóicos, cuya indignación puede ser un terrible peligro.
Pero plantear su argumento como una refutación de Hessel sólo muestra que no ha leído ¡Indignaos! con suficiente atención. Lo que busca Hessel no es el pataleo sino el compromiso, con los valores humanitarios y solidarios que tanto animaban las consciencias y las acciones después de derrotar el fascismo en la Seguna Guerra Mundial.
Citándose a sí mismo, dice que suele decir a los jovenes, "mi larga vida me ha dado una sucesión de razones para indignarme", pero entonces explica,
Estas razones han nacido menos de una emoción que de una voluntad de comprometerme.
Y cita a Sartre, que a él y otros jóvenes intelectuales en la posguerra
nos enseñó a decirnos a nosotros mismos: «Sois responsables en tanto que individuos». Era un mensaje libertario. La responsabilidad del hombre que no puede encomendarse ni a un poder ni a un dios.
Este breve ensayo y la vida de su autor, resumida por los editores en un epílogo, son inseparables — no se puede entender uno sin la otra. Nació en 1917, luchó en la Resistencia francesa contra Vichy y los nazis, participó en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, y sigue defendiendo sus valores con voz firme e ideas claras. Y como él sabe por su larga experiencia, para comprometerse y asumir nuestra responsabilidad humana, primero hay que reconocer las injusticias de este mundo como tales, y eso es indignarse.
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